La revolución tecnológica del surf se hace desde Galicia.
En Tokio 2020 el surf participará por primera vez en unos Juegos. Un deporte, cuyo origen se remonta al parecer a miles de años atrás, cumplirá así su vieja aspiración de ser olímpico. La primera referencia escrita de la existencia de algo parecido al surf es de un misionero español, el jesuíta José de Acosta, que en su Historia natural y moral de las Indias, publicada en 1590, explicaba las costumbre de los pescadores peruanos en Huanchaco, quienes remontaban las olas en unas curiosas embarcaciones llamadas caballitos de totora. Deslizarse sobre las aguas con una tabla de madera -lo más similar a lo que hoy entendemos como surfear- ha sido una práctica común en varias islas de la Polinesia desde hace siglos. En 2016 se descubrieron petroglifos en Hawaii, realizados antes de la llegada de los europeos, que parecen representar figuras humanas haciendo surf. Cuando el famoso capitán James Cook llegó a Tahití en 1769, uno de los miembros de su tripulación, el botánico Joseph Banks, hizo una descripción muy precisa de cómo surfeaban los habitantes del lugar, refiriéndose a la actividad como “una extraña diversión”. Pero al parecer para los polinesios el surf era mucho más que un entretenimiento: tenía connotaciones rituales y sociales.