Cyberpunk2077, el videojuego más esperado, cada vez más cerca.
Elliot Anderson enfrentado a sus fantasmas y a E Corp en el mundo dolorosamente actual de Mr Robot. K, el melancólico replicante de Blade Runner 2049, intentando frenar los planes de Wallace Corp. Motoko Kusanagi de Ghost in the Shell -en su última versión cinematográfica o en el manga original- tratando de resolver las dudas que plantea su dolorosa naturaleza cibernética. Y también, por supuesto, Neo aceptando la píldora roja de manos de Morfeo para descubrir la ilusión que gobierna nuestras vidas en la primera entrega de Matrix. Todos estos personajes beben del ciberpunk, de la perturbadora y pesimista imagen del futuro que William Gibson describió en Neuromante, una novela seminal publicada en 1984 que el Washington Post describió como un texto «caleidoscópico, picaresco, brillante y decadente (…) un trabajo increíble y virtuoso (…) en todos los sentidos es lo último en tecnología punta”. Como ocurre con casi todo movimiento estético, no es fácil establecer una cronología precisa del nacimiento del ciberpunk. Pero sí se puede afirmar que su aparición, con su actitud rabiosa -que tomaba prestado del movimiento musical nacido en Gran Bretaña en los setenta- y su inmersión de pesadilla en las nuevas tecnologías, marcó a toda una serie de creadores que retrataron sociedades deshumanizadas donde la inteligencia artificial, las máquinas y las grandes corporaciones financieras alienan al individuo. Distopías que salpicaron el cine, la literatura, el cómic y, por supuesto, los juegos de rol y los videojuegos. El universo lúdico del rol, cuya época dorada coincidió con la década de los ochenta, fue un aliado perfecto para trasladar los escenarios e historias futuristas. No es extraño entonces que en 1988 naciera Cyberpunk, un juego que tomaba sin disimulo el nombre y el concepto de los universos de Gibson, Bruce Sterling y compañía. Mike Pondsmith, su creador y una de las personalidades más respetadas dentro del mundo del rol, cree que en realidad no estaban tan desencaminados al pintar una sociedad enferma: “Estoy realmente sorprendido de lo cerca que hoy nos encontramos de muchas de las cosas de que las que hablábamos y diseñamos entonces, extrapolando lo que imaginábamos que podríamos hacer en los siguientes 30 años”. La popularidad del RPG creado por Pondsmith es tal que el anuncio de un videojuego basado en su universo desató la locura. El estudio encargado de su producción, CD Projekt RED, anunció su lanzamiento en 2012, pero continúa sigue siendo un misterio cuándo llegará realmente. Sin embargo, hace unos días un tuit desde la cuenta oficial del juego (en realidad una sola palabra “beep”) desató toda suerte de especulaciones y muchos esperan que este 2018 sea el de la aparición definitiva del que, según las confesadas pretensiones de sus diseñadores, será el mejor juego de rol del mundo. Pondsmith, implicado en el proyecto, cree que si ha tardado tanto en llegar -a pesar de que ha habido intentos de adaptación desde hace 30 años- ha sido principalmente por dos motivos: la imposibilidad de plasmar lo que querían con la tecnología disponible entonces, y la necesidad de encontrar a alguien que compartiera la filosofía y la visión del juego que el propio Pondsmith quería trasladar. Ambos problemas parecen haber sido resueltos y Cyberpunk2077 debería ser una realidad muy pronto. Algunos de los pronósticos que el juego pone sobre la mesa para el futuro, como desastres ambientales provocados por el cambio climático, grandes compañías que monopolizan la economía o la llegada de una inteligencia artificial que pueda sustituir a los humanos, pueden convertirse en realidad según Pondsmith más pronto de lo que pensamos. Sin embargo no es completamente pesimista, ya que cree que esa misma tecnología que nos amenaza puede, sin somos lo suficientemente inteligentes, salvarnos, ya que en ella se encuentra la clave para la igualdad de oportunidades: “cosas que antes solo podían ser alcanzadas por los ricos y los poderosos ahora son accesibles para la gente que no pertenece a ese 1% de la población”.